Hoy, en Lima, Perú, sale en libertad una violenta terrorista cuyo nombre no incluiré con la finalidad de no darle la publicidad que ellos siempre buscan. Y sale porque en el Perú, la corrupción, las coimas, la impunidad y los gobiernos informales y débiles aún prevalecen. Presidentes, políticos y jueces ineptos que bajos pretextos internacionales de “derechos humanos” les rebajaron considerablemente las penas carcelarias ayudaron a que eventos como el de hoy sucedan. Y lo peor es que esta lacra maléfica saldrá sin haberse arrepentido ni pedido perdón por sus múltiples crímenes para seguir infiltrándose entre la población resentida, desinformada e ignorante.
Y aparte de la importante significancia histórica y política de ese momento, no podemos dejar de mencionar que esa época de terror en el Perú, también implicó una tremenda violación de los derechos de los animales.
El FBI, en un reporte acerca de la identificación de asesinos en serie incluye como una característica importante, la crueldad contra los animales y si a eso sumamos el constante especismo en le lenguaje, terminamos con una combinación letal de abuso y explotación.
El grupo terrorista peruano “Sendero Luminoso” cuyo patético nombre fue solamente un sendero de muerte y destrucción también incluyó en su camino de violencia y crueldad a los animales. Nuestro colega y amigo, César Hildebrandt en su semanario “Hildebrandt en sus trece” reporta que durante su época de terror, de 1980 al 2000, Sendero Luminoso mató a más de dos millones de animales. Abimael Guzmán y sus secuaces mataron miles de animales domésticos, ganado, auquénidos y peces. Obviamente, en un país donde la vida de los animales no cuenta, no se puede contar con cifras oficiales, pero se calcula que esta masacre en contra de los animales sucedió principalmente en las zonas andinas del país.
“Los terroristas mataban a los pobladores de las zonas que atacaban, a quienes les ofrecían resistencia y a los gerentes de las empresas ubicadas en esas zonas. No solamente asesinaban a las personas, destruían las propiedades y las maquinarias, sino que también asesinaban a los animales que encontraban a su paso” dijo al semanario Harold Chávez, un veterinario que durante esa época fue gerente de una Sociedad Agrícola de Interés Social (SAIS). Según su testimonio, los terroristas mataban a los animales más finos y a los sementales para causar daño económico a una clase a la que consideraban imperialista, capitalista y burocrático. Ensañarse contra animales inocentes – finos o no – no solamente fue un acto deleznable y repugnante sino también equivocado de acuerdo a sus torcidas creencias puesto que muchos de esos animales ya eran víctimas de la explotación del hombre. En su sed de sangre y destrucción ni siquiera fueron capaces de establecer el claro paralelo existente entre cualquier especie explotada.
En las ciudades, y como forma de amedrentamiento e intimidación, los asesinos se dedicaban a colgar inocentes perros callejeros de los postes de alumbrado eléctrico. Las calles del centro de Lima muchas veces fueron testigo de estos actos en los que se encontraba a perros colgados portando letreros de repudio al líder chino Deng Xiaoping a quien el asesino Guzmán consideraba un traidor por haberse alejado de la línea tradicional de Mao.
Situaciones como éstas solamente suceden en países donde reina la impunidad, la corrupción y la ignorancia y donde impera el especismo y la falta de empatía para con seres inocentes que nada tienen que ver con los aciertos o errores políticos de sus gobernantes. El lenguaje especista debe ser desterrado de nuestro vocabulario y esa es una misión en la que los padres y educadores deben unir esfuerzos con miras a la creación de generaciones más civilizadas y éticas.
Por ejemplo, en el caso de la matanza de los perros callejeros, es muy probable que la gente haya empleado el consabido dicho especista que los terroristas “mataban a la gente como perros”, dando a entender que la vida de estos maravillosos animales era tan insignificante e inservible que se les podía matar en grandes cantidades y sin el menor remordimiento. En esa época, a muy poca gente le dolió lo que le sucedió a esos pobres perros callejeros para quien la vida ya era bastante dura y cruel; y muchos menos corrigieron ese lenguaje especista que se usa hasta la actualidad. Les parece una parte común del lenguaje, una pseudo metáfora, una forma de hablar que no le hace daño a nadie; pero en realidad, el lenguaje especista denigra al ser humano y promueve la persistencia de una ignorancia que se debe erradicar para por fin poder convertirnos en sociedades más éticas y más justas.
Los asesinos de Sendero Luminoso fueron responsables de la muerte de más de 70,000 peruanos y ahora, con una estrategia diferente que el débil gobierno actual no ve o se niega a ver, piden que el resto de los peruanos “pasemos la página y nos reconciliemos”. Desean una segunda oportunidad y que se les permita regresar a la vida democrática para presentarse como un nuevo partido político de izquierda.
La respuesta de los activistas por los derechos de los animales debe ser un rotundo ¡NO! Un claro ¡NO! al olvido y al perdón que demandan, a todas sus estrategias de infiltración, a su inexacta clasificación de “presos políticos” y a todos sus ocultos y modernos representantes rojimios que muchas veces se presentan como candidatos que llevan en su agenda temas de protección animal. Cuando las elecciones se acerquen, revisa su trayectoria, los grupos a los que pertenecen, las estrategias que utilizan y las premisas que propugnan. Muchos de ellos piensan que por el solo hecho de gritar improperios, realizar gastados plantones y pelearse con el jabón, son acreditados representantes de los animales. Nada puede estar más lejos de la verdad. Ellos no habrán sido acusados de terroristas, pero nunca debes olvidar que sus posiciones políticas radicales no tienen como prioridad a los animales. Sus resentimientos sociales son siempre mucho más importantes que la causa que dicen defender.