Los mexicanos, siempre creativos y jocosos, tienen un dicho muy preciso para la gente metiche y que habla por hablar. Ellos dicen: “Calladita te ves más bonita”. Y su generosidad establece una gran verdad.
¿No sería mucho más práctico, fácil y eficiente decir siempre lo que pensamos exactamente? En nuestra vida personal, hemos establecido mentiras y excusas de todos los colores, blancas, amarillas, negras y hasta multicolores. Muchas veces se prefiere ser políticamente correcto en vez de poner énfasis e hincapié en lo obvio, evidente y real.
El estudiante que “tiene potencial” es el flojonazo que no está interesado en hacer nada de nada; el compromiso “impostergable y de último minuto” es la vieja excusa para dejar plantadas a amigas de toda la vida y el famoso “te llamaré después” nunca se cumple. Todo por no decir la verdad tal y como es. Desnuda, franca, directa. Yo particularmente estoy harta de las mentiras y excusas de todo tipo. Ya no tengo tiempo ni para oírlas, ni para tolerarlas.
Y lo mismo sucede en el mundo de los derechos de los animales. Los “likes” de Facebook, las bendiciones para la vida eterna, los “nunca cambies” y demás hierbas no le sirvan para nada a los animales. En todos estos años he conocido a gente de entusiasmo efervescente que – tal vez en un momento de euforia temporal – deciden ayudar a la causa prometiendo tiempo, dinero, proyectos, y apoyo de todo tipo. Todo un globo aerostático de promesas que se desinfla rápidamente cuando se solicita profesionalismo, compromiso, limpieza, puntualidad y eficiencia. Un globo que se desinfla cuando negamos la solicitud de dinero a gente loca que nunca tiene como prioridad la causa de los animales.
Caso similar sucede cuando se pasa al campo de las opiniones y principios impartidos por los múltiples líderes del movimiento. Las críticas abundan cuando el discurso es claro, contundente y no cambia con los tiempos. Se nos vuelve a acusar de extremistas, de rebeldes sin causa, de terroristas y nuestro discurso se tergiversa o edita para beneplácito de quienes abusan de los animales.
Cuando nuestro amigo y colega, el filósofo español Dr. Jesús Mosterín, le dice a un torero que consiga una beca para encontrar un trabajo decente, ese es exactamente el mensaje que quiere dar. Cuando nuestros colegas de PACMA en España dicen que boicotearán el Toro de la Vega hasta las últimas consecuencias, eso es precisamente lo que harán. Cuando Ingrid Newkirk, presidenta de PETA, dice que estamos trabajando para que llegue el día en el que las tendencias especistas terminen completamente, ese es el mensaje central que recibimos y debemos difundir.
Quienes trabajamos por los derechos de los animales usamos una inmensa variedad de estrategias para hacer que nuestro mensaje cumpla su objetivo. Algunos optarán por métodos paulatinos; otros más directos. Algunos serán un poco más tolerantes y otros serán brutalmente honestos; pero lo que nunca debemos permitir es que el mensaje de las organizaciones que realmente trabajan por los animales, sea vituperado o distorsionado.
Como sabiamente explicó Ingrid Newkirk en la Conferencia Mundial por los Derechos de los Animales 2014, es comprensible que existan discrepancias entre activistas; pero NUNCA debemos olvidar que tenemos enemigos comunes más importantes y más poderosos. El activismo por los animales no es un pasatiempo, algo que hacer durante los fines de semana o un club. Es una lucha constante, agobiante, demandante que educa constantemente para liberar.
Ingrid dice que no debemos permitir que en vez de tener una fuerte columna vertebral prefiramos tener un cartílago endeble en su lugar. Esta es una metáfora gringa que equivale a decir que debemos tener ovarios y testículos para enfrentarnos a aquellos que se empeñan en explotar a las criaturas que defendemos. Debemos alzar nuestra voz ante cada abuso, ante cada crueldad, ante cada inconsistencia, ante cada insulto, ante cada mentira que intente empañar los logros que hemos conseguido. Ten siempre en cuenta que para ser la voz de los animales no necesitas perder la vida como ellos; simplemente necesitas ser su voz y ejecutar acciones concretas.
Ingrid afirma que la mayoría de la gente aún sabe muy poco de las miles de naciones animales que comparten el planeta con nosotros. Se desconoce que los perros pueden reconocer y usar más de 200 palabras básicas; que las ratas son capaces de sentir remordimiento; que los peces tienen una clara percepción del tiempo; y que los perritos de las praderas utilizan cientos de verbos en las comunicaciones con sus congéneres. Aún se ignora que, a pesar de no poseer piernas, las serpientes se transportan cubriendo miles de millas de distancia; que los chimpancés bebés le mienten a sus madres; y que las cotorras tienen un apodo cariñoso de por vida para todos sus hijos. ¿No es esto simplemente asombroso y maravilloso?
Que quede claro que estas no son características humanas que queremos aplicar a los animales. Estas son características que los animales comparten con los seres humanos y es precisamente por eso que su abuso sistemático debería ser algo que nosotros entendiéramos a la perfección. Bajo ese concepto no podemos aceptar las falacias de carnes “libres de crueldad”, “gallinas felices criadas al aire libre” o “criadores responsables”. Esos conceptos simplemente NO existen. Esas etiquetas carecen de valor, ya que la única que realmente los ayuda es la que dice “Producto Vegano”.
Una vez, un seguidor de Gandhi, le preguntó con mucha seriedad: “Babu, ¿qué debo hacer con mi vida?”. Y el maestro respondió: “Enséñales valores a todos. Sé el cambio que esperas ver en el mundo”. A educar, entonces, con el ejemplo y a erradicar de raíz cualquier obstáculo que demore la realización de nuestras metas de liberación.
Optemos por ir al punto, por ser sinceros y nunca, nunca, nunca, permanecer en silencio mientras un animal esté sufriendo.