A propósito de la reciente y magnífica noticia del cierre total del infame y cruel circo Ringling Brothers y Barnum & Bailey escribir este artículo es pertinente y llego a hacerlo por otra razón en la que los tiempos también coinciden mágicamente. Nada sucede por casualidad en nuestras vidas, todo es causalidad. Y aunque a veces no entendamos los tiempos de Dios que se mezclan, en menor forma con el destino, todo sucede en el tiempo y en el momento correctos. Ni un segundo más, ni uno menos, producen la lección para enseñar o para aprender. Estoy agradecida que así sea.
La amistad no es un sentimiento exclusivo de los seres humanos. Sucede y se desarrolla también entre los animales para nuestro asombro y regocijo. El Internet nos ha dado pruebas infinitas de ello y no solamente entre congéneres sino también entre especies que, de acuerdo a nuestro limitado conocimiento del mundo animal, deberían ser enemigas y antagónicas. El instinto, en la naturaleza, a veces no sigue la Ley implacable de la Selva.
Los elefantes son seres magníficos, interesantes e imponentes. Recuerdo que la visión de un elefante asiático era la primera figura que se distinguía en el Zoológico de Barranco que era el zoológico que existía cuando era niña. Las veces que fui me maravillaba observando la agilidad y manualidad de su trompa y su gracia lenta que para muchos quizás podía pasar por torpeza. Nunca supe cómo un ser de tierras tan lejanas había llegado a Lima; nunca lo cuestioné, pero siempre noté su soledad infinita la cual se reflejaba con un continuo movimiento de cabeza que años más tarde aprendí que era locura.
En el colegio me enseñaron que vivían en grandes grupos generalmente dirigidos por una hembra y que establecían relaciones familiares y de amigos de por vida. ¿Dónde estaba entonces el resto de su familia? ¿Dónde estaban los otros elefantes? Tuvieron que pasar muchos años para saber la verdad y para decidirme a levantar el estandarte de su causa. Hoy, que debido al cierre definitivo de un centro de explotación y crueldad llamado circo, celebro su libertad, también reflexiono sobre los sentimientos de empatía, de amistad y de lealtad que comparten con sus congéneres.
Un artículo publicado en el Diario en línea PeerJ informa que cuando un elefante se da cuenta de que uno de sus compañeros y amigos se encuentra triste o molesto, se acerca a él o a ella para acariciarlo y producir un sonido especial que demuestra empatía.
Científicos del Elephant Nature Park estudiaron el comportamiento de 26 elefantes hembras en la provincia Chiang Mai en Tailandia. Se excluyeron a los machos por razones de seguridad. Con mucha paciencia, esperaron que ocurriera una situación natural de estrés y cuando esta surgió, observaron que ellas se acariciaban una a la otra, sobretodo dentro de sus bocas. En el mundo de los elefantes, esa acción es como darse un abrazo. Asimismo, producían sonidos vocales para consolarse y reafirmar su presencia mientras que creaban un círculo de protección alrededor de la elefanta que experimentaba el estrés.
Los elefantes muestran empatía, amistad y apoyo entre ellos de manera constante y permanente, sobre todo si se trata de una manada liderada por una matriarca, elefantas, bebitos y machos inmaduros. Ellos celebran los nacimientos de sus nuevos miembros y lloran a sus muertos demostrando profundas emociones. Cuando es necesario ayudan a cuidar a los bebés de otras elefantas, les enseñan todo lo que un elefante debe saber en esta vida y apoyan con determinación, cariño y paciencia a los miembros débiles o heridos del grupo. Su empatía y compasión, realmente no tiene límites. Ser un amigo preocupado, compasivo y leal los eleva a niveles emocionales superiores.
Y en nosotros, los seres humanos, el sentimiento de la amistad puede también llegar a ser así de profundo. No voy a negar que yo estoy completamente parcializada con los animales; pero también creo que, en este mundo destructivo y cruel, aún quedan humanos que valen la pena y que son como los elefantes: fieles amigos que están siempre presentes para animarnos, consolarnos y ayudarnos. Amigos de verdad, a prueba de balas, amigos-elefantes.
Hace unos años, una de mis comediantes favoritas y activista por los derechos de los animales, Consuelo Duval concedió una entrevista en la que rememoró uno de los mejores consejos que le dio su difunto padre:
“Hija mía, en la vida, tienes que ser como un elefante. Tienes que tener los pies bien firmes en la tierra; las orejas enormes para saber escuchar bien; la boca chiquita para no hablar de más; una piel fuerte para que los golpes de la vida no te tumben y una memoria extraordinaria para que jamás olvides agradecer a Dios por todo lo que te ha dado”. Considerando que tengo una poderosa memoria de elefante, yo añadiría que esa misma memoria también me servirá para nunca olvidar lo que mis buenas amigas hicieron por mí hace unos días cuando la vida me pasó duras y álgidas facturas. El refranero castellano claramente dice que “más vale un buen amigo que mil parientes” y eso es cierto porque los amigos son la familia que uno escoge y no la que a uno le toca.
Mi labor es escribir sobre temas que involucran a mis maravillosos hermanos animales, pero hoy haré una excepción y me adentraré en el mundo de los humanos; de aquellos que, aunque no compartan del todo mis ideales y principios, han sabido tratarme como los elefantes que protegen con amor y empatía al miembro de la manada que más lo necesita. He sentido su amor, su calor, su compasión, su tolerancia y su comprensión en los momentos en los que pensaba que ni mi cuerpo ni mi alma podían dar más. Recogieron las piezas esparcidas por todas partes y con manos de alfareras expertas las volvieron a unir para dejarme más unida, más fuerte y más resistente. Eso para mí no tiene precio. Mi alma, mi mente, mi corazón y mi memoria de elefante lo ha grabado indeleblemente en los archivos eternos de mi agradecimiento.
En esta semana de triunfo, valoro más que nunca la verdadera amistad que consigue llenar de riqueza la estéril vida que sin ella nos quedaría.
Mil gracias a mis hermanas de corazón, a las que constituyen esa otra sangre, que es la que, a veces, la que más cuenta.
Con cariño, gratitud y amistad especiales para Neny, Charito P., Charito H. y Rosita.