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Monthly Archives: January 2017

Amigos de verdad

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A propósito de la reciente y magnífica noticia del cierre total del infame y cruel circo Ringling Brothers y Barnum & Bailey escribir este artículo es pertinente y llego a hacerlo por otra razón en la que los tiempos también coinciden mágicamente. Nada sucede por casualidad en nuestras vidas, todo es causalidad. Y aunque a veces no entendamos los tiempos de Dios que se mezclan, en menor forma con el destino, todo sucede en el tiempo y en el momento correctos. Ni un segundo más, ni uno menos, producen la lección para enseñar o para aprender. Estoy agradecida que así sea.

La amistad no es un sentimiento exclusivo de los seres humanos. Sucede y se desarrolla también entre los animales para nuestro asombro y regocijo. El Internet nos ha dado pruebas infinitas de ello y no solamente entre congéneres sino también entre especies que, de acuerdo a nuestro limitado conocimiento del mundo animal, deberían ser enemigas y antagónicas. El instinto, en la naturaleza, a veces no sigue la Ley implacable de la Selva.

Los elefantes son seres magníficos, interesantes e imponentes. Recuerdo que la visión de un elefante asiático era la primera figura que se distinguía en el Zoológico de Barranco que era el zoológico que existía cuando era niña. Las veces que fui me maravillaba observando la agilidad y manualidad de su trompa y su gracia lenta que para muchos quizás podía pasar por torpeza. Nunca supe cómo un ser de tierras tan lejanas había llegado a Lima; nunca lo cuestioné, pero siempre noté su soledad infinita la cual se reflejaba con un continuo movimiento de cabeza que años más tarde aprendí que era locura.

En el colegio me enseñaron que vivían en grandes grupos generalmente dirigidos por una hembra y que establecían relaciones familiares y de amigos de por vida. ¿Dónde estaba entonces el resto de su familia? ¿Dónde estaban los otros elefantes? Tuvieron que pasar muchos años para saber la verdad y para decidirme a levantar el estandarte de su causa. Hoy, que debido al cierre definitivo de un centro de explotación y crueldad llamado circo, celebro su libertad, también reflexiono sobre los sentimientos de empatía, de amistad y de lealtad que comparten con sus congéneres.

Un artículo publicado en el Diario en línea PeerJ informa que cuando un elefante se da cuenta de que uno de sus compañeros y amigos se encuentra triste o molesto, se acerca a él o a ella para acariciarlo y producir un sonido especial que demuestra empatía.

Científicos del Elephant Nature Park estudiaron el comportamiento de 26 elefantes hembras en la provincia Chiang Mai en Tailandia. Se excluyeron a los machos por razones de seguridad. Con mucha paciencia, esperaron que ocurriera una situación natural de estrés y cuando esta surgió, observaron que ellas se acariciaban una a la otra, sobretodo dentro de sus bocas. En el mundo de los elefantes, esa acción es como darse un abrazo. Asimismo, producían sonidos vocales para consolarse y reafirmar su presencia mientras que creaban un círculo de protección alrededor de la elefanta que experimentaba el estrés.

Los elefantes muestran empatía, amistad y apoyo entre ellos de manera constante y permanente, sobre todo si se trata de una manada liderada por una matriarca, elefantas, bebitos y machos inmaduros. Ellos celebran los nacimientos de sus nuevos miembros y lloran a sus muertos demostrando profundas emociones. Cuando es necesario ayudan a cuidar a los bebés de otras elefantas, les enseñan todo lo que un elefante debe saber en esta vida y apoyan con determinación, cariño y paciencia a los miembros débiles o heridos del grupo. Su empatía y compasión, realmente no tiene límites. Ser un amigo preocupado, compasivo y leal los eleva a niveles emocionales superiores.

Y en nosotros, los seres humanos, el sentimiento de la amistad puede también llegar a ser así de profundo. No voy a negar que yo estoy completamente parcializada con los animales; pero también creo que, en este mundo destructivo y cruel, aún quedan humanos que valen la pena y que son como los elefantes: fieles amigos que están siempre presentes para animarnos, consolarnos y ayudarnos. Amigos de verdad, a prueba de balas, amigos-elefantes.

Hace unos años, una de mis comediantes favoritas y activista por los derechos de los animales, Consuelo Duval concedió una entrevista en la que rememoró uno de los mejores consejos que le dio su difunto padre:

“Hija mía, en la vida, tienes que ser como un elefante. Tienes que tener los pies bien firmes en la tierra; las orejas enormes para saber escuchar bien; la boca chiquita para no hablar de más; una piel fuerte para que los golpes de la vida no te tumben y una memoria extraordinaria para que jamás olvides agradecer a Dios por todo lo que te ha dado”. Considerando que tengo una poderosa memoria de elefante, yo añadiría que esa misma memoria también me servirá para nunca olvidar lo que mis buenas amigas hicieron por mí hace unos días cuando la vida me pasó duras y álgidas facturas. El refranero castellano claramente dice que “más vale un buen amigo que mil parientes” y eso es cierto porque los amigos son la familia que uno escoge y no la que a uno le toca.

Mi labor es escribir sobre temas que involucran a mis maravillosos hermanos animales, pero hoy haré una excepción y me adentraré en el mundo de los humanos; de aquellos que, aunque no compartan del todo mis ideales y principios, han sabido tratarme como los elefantes que protegen con amor y empatía al miembro de la manada que más lo necesita. He sentido su amor, su calor, su compasión, su tolerancia y su comprensión en los momentos en los que pensaba que ni mi cuerpo ni mi alma podían dar más. Recogieron las piezas esparcidas por todas partes y con manos de alfareras expertas las volvieron a unir para dejarme más unida, más fuerte y más resistente. Eso para mí no tiene precio. Mi alma, mi mente, mi corazón y mi memoria de elefante lo ha grabado indeleblemente en los archivos eternos de mi agradecimiento.

En esta semana de triunfo, valoro más que nunca la verdadera amistad que consigue llenar de riqueza la estéril vida que sin ella nos quedaría.

Mil gracias a mis hermanas de corazón, a las que constituyen esa otra sangre, que es la que, a veces, la que más cuenta.

Con cariño, gratitud y amistad especiales para Neny, Charito P., Charito H. y Rosita.

 

 

 

 

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¡No más Ringling Brothers y Barnum & Bailey!

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El gen de justicia que todos los que luchamos por los derechos de los animales poseemos se encuentra como marca indeleble en nuestro ser, en nuestro corazón y en nuestro cerebro. A veces se manifiesta a una edad temprana y otras veces, se encuentra latente, en espera de una ocasión o un evento particular para emerger con toda la fuerza necesaria para cumplir la misión por la que vinimos a este mundo. Mucha gente puede creer que esa misión solo existe en nuestra imaginación y nuestro ego; pero quienes hemos dedicado nuestra vida a esta causa sabemos que nuestras acciones, nuestro compromiso y nuestra participación – en diferentes medidas e intensidades – es el motor que nos mueve a seguir pese a todos y a todo.

Ninguna causa justa obtiene logros y victorias de la noche a la mañana. Hemos sido testigos de que todo movimiento social importante pasa por etapas específicas. Al inicio, la gente que no está involucrada o que aún no puede ver la realidad recurre a la burla, al ridículo. Se mofa de las razones por las que un grupo de personas dejan su zona de confort, realizan sacrificios y dedican su vida a defender los derechos de los abusados y explotados. Luego se pasa a una etapa de comprensión o entendimiento cuando algunos empiezan a dar crédito a la lucha para luego terminar aceptando su validez y considerar unirse a ella.

Esta lucha tiene altos y bajos. Todos lo sabemos y lo hemos sentido a lo largo de nuestras propias experiencias. Terminamos de celebrar una victoria ganada a pulso y con muchísimo esfuerzo y el sabor de la victoria es efímero porque ya otra crueldad nos llama a la acción. La vida del activista por los derechos de los animales es dura, difícil, álgida….pero también es muy reconfortante y satisfactoria cuando una victoria de mayor envergadura nos ratifica que estamos trabajando por lo que es correcto, ético, decente, purificador.

Y eso ha sucedido hoy al enterarnos que todos nuestros años de trabajo y dedicación han dado frutos. El circo Ringling Brothers y Barnum & Bailey, uno de los centros de mayor explotación y abuso de animales a nivel mundial, cerrará sus puertas en mayo de este año. Este antro de crueldad y esclavitud ¡no va más!

La raza humana siempre ha tenido una inquietante curiosidad por ver de cerca a animales exóticos o a animales domésticos realizando estúpidos trucos inapropiados para su especie. En su insano afán de estar cerca de estas maravillosas criaturas, nunca dudaron en pagar el precio de una entrada que garantizaba de seguro la brutal explotación de un animal que luego de ser arrancado de su hábitat natural era sometido y vejado con castigos, humillaciones y crueldades de todo tipo. Si en tiempos antiguos la gente no tenía mucho acceso a la cruel verdad de lo que sucedía con los animales en el mundo del espectáculo; en tiempos actuales y teniendo toda la información pertinente, alguna gente siguió asistiendo al circo llevando a sus hijos para enseñarles a ser indiferentes, limitados y especistas como ellos.

Anteriormente hablaba del gen de los activistas porque pienso que por muy pequeña que sea una persona, hay un momento preciso en el que nuestro cerebro y nuestro corazón nos enseña muy claramente a distinguir lo bueno de lo malo; lo justo de lo injusto, lo decente de lo indecente. Mucha gente piensa que los niños no adquieren por sí mismos esa capacidad; pero eso no es cierto. Un niño, con las capacidades pertinentes a su edad en el lugar correcto, puede racionalizar claramente la crueldad y el abuso que se cometen contra un ser indefenso, explotado y sojuzgado.

Cuando yo era niña, asistir al Circo Ruso de Moscú era todo un evento. En esa época obscura en la que la explotación de los animales era algo de todos los días, tener una entrada para ese espectáculo podía considerarse todo un privilegio. Mi padre, ignorante aún de la explotación de los animales en un circo, me llevó a ver un espectáculo que no disfrute del todo. Recuerdo que me impresionaron sobremanera las habilidades de los trapecistas y malabaristas que realizaban trucos que yo no hubiera podido hacer nunca; pero mi corazón se desgarró cuando vi a los osos, que disfrazados como payasos, obedecían sin chistar las órdenes de los domadores que los obligaban a bailar melodías rusas, a montar bicicletas y a comportarse como payasos mientras que todos los mocosos a mi alrededor aplaudían a morir embutiéndose de golosinas grasientas y atiborradas de azúcar. Probablemente hubo también otros animales, pero los majestuosos osos marcaron una indeleble impresión en mí.

Para desgracia de mi padre, a mí nunca me gustaron las historias de princesas inútiles, dibujos animados, o muñequitas espigadas o necesitadas de un cambio de pañal. Es por eso que, a la hora de leerme un cuento o una historia, mi pobre papá tenía que recurrir a historias reales e interesantes que él inventaba o sacaba de libros. Nunca olvidaré las horas que él pasó leyéndome las interesantes historias de “El Libro de los Por qué” del Tesoro de la Juventud o de la Enciclopedia Uthea. Yo recordaba que una vez me había contado la historia de un oso pardo poderoso y fuerte y fue por eso que, al salir del circo, le pregunté por qué los osos del circo no se rebelaban contra sus domadores y los obedecían sumisamente. Él me dijo que el oso de su historia era un oso libre que vivía en su elemento pero que los osos del circo estaban “amaestrados”. Tal vez, sin quererlo, esa noche me enseñó más que el significado de una palabra nueva. Me enseñó que el especismo estaba presente en cada una de esas funciones y que animales poderosos, fuertes y magníficos eran reducidos a seres sin voluntad y sin alma. Solamente años más tarde aprendí que solamente a través de crueles maltratos y explotación se puede llegar a sojuzgar el espíritu de animales magníficos como esos, que, si quisieran, podrían eliminar a sus captores en cuestión de segundos. Comprendí que la misión de los explotadores es matar el espíritu y aplastar el alma, la naturalidad de estos seres para convertirlos en esclavos y títeres con los cuales lucrar.

Después de esa noche nunca más en mi vida pise un circo con animales.

Por supuesto que Ringling Brothers y Barnun & Bailey jamás admitirá que el cierre de sus puertas se debe al trabajo incansable y persistente de los activistas por los derechos de los animales. Los explotadores nunca admiten nuestro poderío y nuestra persistencia. Ellos aducen que cierran porque existe una gran reducción en el número de asistentes y por problemas económicos; pero la verdad es evidente. Aunque aún nos falta seguir educando a más gente, muchos por fin entendieron que el precio de su entrada fomentaba la explotación de los animales y que sus hijos realmente no aprendían nada bueno al ser indiferentes ante ese sufrimiento.

Ahora nos saldrán con frases baratas y repetitivas en las que hablarán del fin de la “familia circense”, de la pérdida de trabajo de muchos empleados y no nos sorprenderemos si también involucran a un par de niños para que lloren delante de las cámaras diciendo que extrañaran esta tradición familiar. La explotación, abuso, y crueldad contra los animales jamás será un “sano pasatiempo familiar”.

Los abusadores aún llevarán a cabo 30 presentaciones más en Atlanta, Washington, Filadelfia, Boston, Nueva York y Rhode Island y allí estaremos presentes, aún con más fuerza para seguir educando y protestando contra la explotación y el abuso. Ni nuestra voz se apaga, ni el cansancio llega cuando se trata de la total liberación de los animales.

Mucha gente olvida o ignora que estos circos empezaron a lucrar no solamente con la explotación de los animales sino también con la explotación de seres humanos que eran anormales o presentaban algunas características peculiares. El morbo de la gente los llevaba en masas a contemplar a la Mujer Barbuda, La Mujer Sirena, El Hombre de Goma, Siameses de todo tipo, enanos y cualquier otro tipo de persona deforme o anormal. Nunca hay que olvidar que la crueldad es exactamente la misma: Lo único que cambia es la víctima.

Después de más de 36 años de lucha constante, People for the Ethical Treatment of Animals (PETA), celebra que el “Show más triste del planeta” llegue a su fin. Ingrid Newkirk, presidenta de PETA espera que otros circos sigan ese ejemplo y se den cuenta que estamos en el año 2017, una época en la que espectáculos de este tipo no son ni necesarios, ni bienvenidos.

Fue en 1882 cuando Barnum arrancó de su hábitat natural a Jumbo, un elefante asiático que fue traído a América para “entretener” a una masa ignorante e indiferente. Y es en el 2017 cuando los esfuerzos de los activistas se ven premiados con esta tremenda victoria merecida, ansiada, esperada y trabajada por muchos años de perseverancia y compromiso.

Hoy es un día victorioso para los animales y sus defensores. Hemos roto importantes cadenas, cadenas que mucha gente pensó eran inquebrantables. Celebremos la victoria y recarguemos nuestras energías, porque, como ya bien saben, aún nos quedan otras cadenas por quebrar.

¡Hasta la victoria final!

 

 

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