Ni la pobreza, ni la ignorancia son excusas válidas para justificar la crueldad. Durante mi camino como activista por los derechos de los animales me he encontrado con gente pobrísima, que tal vez ni siquiera sabía escribir su nombre pero que era poseedora de un corazón inmenso y de una empatía inigualable para con todos los seres vivientes.
Es cierto que la “cultura social” de los pueblos es diferente y que las diferentes comunidades del mundo perciben a los animales de manera diferente; pero los componentes básicos de la moralidad y la ética del individuo, aunque moldeados y promovidos a temprana edad en el hogar, son quienes nos definen como personas. Un niño aprende a distinguir entre el bien y el mal y esos parámetros entre lo correcto y lo incorrecto determinarán sus acciones futuras. Por lo tanto, no es complicado determinar cuando alguien actúa con alevosía y crueldad infligiendo poder y dominación sobre un ser indefenso incapaz de defenderse de su malévolo atacante.
Los seres humanos están llenos de excusas para justificar sus asquerosas y crueles acciones contra los animales. Dicen que no pueden vivir sin su carne, sus pieles, su lana, y sin el entretenimiento psicópata que les produce verlos destrozados. Y cuando esta crueldad es enfocada en los animales de compañía, nos vemos inundados de estúpidas excusas de adolescentes desadaptados, novias perdidas, y actos de violencia pasajera.
Nada de esto es excusa. La crueldad contra los animales no tiene ninguna justificación y es un claro indicador de alto riesgo social. Los activistas por los derechos de los animales le informamos al mundo desde hace mucho tiempo que los abusadores de animales eran bombas de tiempo viviendo entre nosotros; pero únicamente cuando el FBI apoyó esas investigaciones fue cuando se le empezó a prestar atención a este grave problema. Hay un vínculo claro y directo entre la crueldad animal, las conductas antisociales y la violencia interpersonal. Según el FBI, os abusadores de animales son cinco veces más propensos a cometer crímenes contra la gente y reconoce a la crueldad animal como el primer signo de advertencia de una conducta potencialmente criminal y peligrosa. Ellos reconocen esta relación de abuso y violencia y la utiliza en la elaboración de perfiles de asesinos en serie. El FBI también ha hallado antecedentes de crueldad con animales en exhibicionistas, acosadores sexuales libres y encarcelados, violadores convictos, y asesinos. No hay duda que valga; quien maltrata y abusa a un animal es un psicópata y sus acciones, si son dejadas impunes, son un cáncer para toda la sociedad en su conjunto.
Últimamente he recibido noticias alarmantes desde Lima, relacionadas con el abuso animal. Empezando por el infeliz que mató a un gatito y se filmó cometiendo su fechoría y terminando, hace unos días, con la escoria que quemó y atropelló a un inocente perro. En vista de estas acciones, las personas decentes protestan, organizan plantones y publican la noticia en todas las redes sociales pero eso no es suficiente. Hay que organizarse debida y profesionalmente para exponer a estos malnacidos; seguirlos y exponerlos en todos los ámbitos de sus miserables vidas como un recordatorio constante de que sus acciones no van a ser titulares de un solo día. Desenmascararlos ante la gente que quizás no sepa de sus acciones y les abra las puertas de sus casas o equivocadamente piensen que pueden cambiar. ¿Le daríamos una segunda oportunidad a quien viola a una de nuestras hijas? ¿A quién acuchilla a nuestros familiares para robarle una cartera con diez soles? ¿A quién le prende fuego a nuestra casa mientras dormimos? Así como en el maravilloso y sabio mundo natural, tenemos que descartar las frutas podridas (que incluso así pueden servir de abono), así también debemos descartar y aplicar todo el peso de la ley (y si no existen, crearlas y ejecutarlas) a quienes son crueles con los animales. No es preciso esperar a que estos cobardes delincuentes escalen sus grados de violencia e incluyan en su lista de crímenes a mujeres o niños desprotegidos.
Hace unos días, el puertorriqueño Jorge Amadeo, una de las recientes víctimas encontradas entre los escombros de dos edificios que explotaron al este de Harlem, murió, tratando de salvar a su perro, según testimonios de familiares y amigos. Amadeo, era uno de varios boricuas radicados en el barrio que se había dado por desaparecido en medio del estallido de las estructuras.
Amadeo, totalmente consciente del peligro, no dudó ni un instante y trató de salvar a su perrita Blackie pero lamentablemente no lo logro. “Amaba entrañablemente a Blackie y no dudamos que murió tratando de salvarla. Esa perra era todo para él. Por suerte mi mamá no estaba allí porque hubiera sido una tragedia doble”, dijo Víctor Amadeo, hermano de la víctima. Vemos aquí entonces, una prueba más que la clase social o el nivel de instrucción no tiene correlación directa con la crueldad o la indiferencia. La familia Amadeo consideraba a Blackie como un miembro más de la familia y entendía muy bien que Jorge hubiera sacrificado su vida por ella. En ningún momento alguien dijo, “¡Qué hombre tan tonto…..sacrificar la vida por un perro!”
Todo esto contrasta con la situación en Lima porque, pese a los esfuerzos de una persona caritativa que llevó al perrito intencionalmente quemado y atropellado por un chofer de moto taxi a una clínica veterinaria, el animal falleció. La persona que asistió al animal vio cuando el desalmado llegó con un costal donde se encontraba el perro, lo arrojó a la calle, y le prendió fuego para finalmente retroceder con la moto, atropellarlo varias veces y huir como el infeliz cobarde que es.
Vecinos del lugar han informado que el depravado guarda su moto en una vivienda ubicada en la Avenida Atajása, en la tercera zona y que él vive al frente del lugar. La policía aún no ha revelado sus datos, pero esta puede ser una fácil tarea para las personas interesadas en encontrarlo, exponerlo, boicotearlo económicamente y sobre todo, recordarles a todas las personas del lugar en donde vive, que tienen una bomba de tiempo entre ellos. Una bomba de tiempo que la próxima vez cometerá un crimen igual o peor de horrendo contra alguno de sus vecinos.
Y hace unas pocas horas, contactos de la Municipalidad de Surquillo, municipalidad limeña a la vanguardia en lo referente a los derechos de los animales, me informaron que otra desadaptada, en un callejón del distrito envenenó a un perrito que sufrió cuatro horas antes de morir pues aspiró su propio vómito y murió ahogado en los brazos de la regidora Nelly Galarza, quien no pudo hacer nada por salvarlo. La regidora Galarza ha prometido hacerse cargo de este caso y aplicar una sanción ejemplar.
Y para quienes puedan exponer a esta asesina, su nombre es Jessica Rosado y vive en la Calle San Agustín 570 en Surquillo, Lima.
La labor de la regidora Galarza será titánica porque la legislación peruana no contempla como delito el maltrato a los animales; es tan sólo una falta que se penaliza con 120 días multa. Y mientras que la mayoría de los ineptos e inservibles legisladores no hacen mucho por el pueblo que los eligió, los animales y la sociedad entera deberá seguir pagando el alto precio de no controlar y sancionar con todo el peso de la ley a estos inservibles criminales que continuarán actuando impunemente amparados en el letargo legislativo de un país que aún vive en siglos pasados sin merecerlo. El proyecto de ley que plantea penalizar estos actos de crueldad ya existe, pero tenemos que esperar a que los padrastros de la patria despierten de sus falsos sueños de gloria y que en vez de dedicarse a corrupciones y estafas, piensen por una sola vez en servir a la comunidad. De allí la suprema importancia de saber no solamente a quién se elige sino también a quien se le exige que cumpla con lo prometido. El Perú está aún muy lejos de llegar a tener esa cultura y conciencia cívica. La gente la reclama en las calles, los restaurantes y las conversaciones casuales. Nadie quiere legisladores traferos, corruptos, ladrones ni ineptos; pero nadie toma acciones concretas para que no lleguen a tener un poder con el que solamente se benefician ellos mismos.
Es hora entonces de establecer leyes, y sanciones ejemplares para todo tipo de crueldad animal. Desde la que ocurre en las calles todos los días hasta la que se permite y santifica en las altas esferas de poder en nombre de una falsa cultura y una iglesia hipócrita. El sufrimiento de todo ser capaz de sentir es exactamente el mismo y no debe tolerarse bajo ningún motivo. La crueldad, en todas sus formas, no debe ser parte del paisaje diario de ninguna ciudad.
Es realmente una lástima que la ley del Talión que fue creada pensando en el bienestar de la gente de Babilonia, no exista para casos como estos. Si bien puede tener fallas o contradicciones, no es un código revanchista sino preventivo ya que creer que todos los criminales tienen la facultad de rehabilitarse es iluso e impráctico, mucho menos cuando la víctima ha sido una criatura indefensa y el asesino un ente merecedor del peor de los infiernos.